Por otro lado, los intelectuales que, desde 1898, habían acogido no con malos ojos la posibilidad de un dictador militar, pronto tuvieron que sufrir los efectos del sistema. Ortega y Gasset fundó unaAgrupación al Servicio de la República, Miguel de Unamuno se tuvo que exiliar por su oposición al régimen, Ramón del Valle-Inclán participó en la creación de la Alianza Republicana, Vicente Blasco Ibáñez y el blasquismo se oponían desde Valencia así como Ramón Menéndez Pidal desde su cátedra. En las Universidades el régimen era impopular y la imposibilidad de dar títulos oficiales a Universidades de órdenes religiosas extendieron el descontento a sectores de la Iglesia. Varios periódicos fueron cerrados, así como las universidades de Madrid y Barcelona.
La burguesía catalana vio frustrados sus intentos descentralizadores, con una política aún más centralista que antes que, en materia económica, llegó a favorecer los oligopolios, muchos de ellos consolidados en manos del Estado o de grupos cerrados de empresarios vinculados a la dictadura. Perdió así el régimen su aceptación inicial entre la alta sociedad catalana. Visto como anticatalanista, cobraron impulso los nacionalismos de izquierdas, opuestos al régimen de Primo de Rivera, como los embriones de Esquerra Republicana de Cataluña. Francesc Macià y su Estat Català trataron de realizar una invasión infructuosa desde Francia.
Este descontento llegó a sectores del ejército, motivándose pronunciamientos republicanos como la sublevación de Jaca o intentonas fallidas como la Sanjuanada de 1926. Entre tanto, diversas fuerzas de izquierdas, que agrupaban a un PSOE que había renegado del régimen, a los republicanos y al catalanismo de izquierdas, firmaron en 1930 el Pacto de San Sebastián, por una unión de acción entre las izquierdas para proclamar la República. La economía, muy afectada desde 1927 por un sistema impositivo absolutamente deficitario, se mostró incapaz de asumir la crisis mundial de 1929 al no ser competitiva, no haber seguido el camino de la expansión real y no ficticia y sufrir una importante fuga de capitales. En enero de 1930, Primo de Rivera es obligado por Alfonso XIII a dimitir, por el temor del rey a que el desprestigio de la dictadura afectara a la monarquía.
Los gobiernos de Dámaso Berenguer, denominado la "dictablanda", y de Juan Bautista Aznar-Cabañas no harán otra cosa que alargar la decadencia. Tras las elecciones municipales de 1931, donde los partidos republicanos triunfan en las zonas urbanas, el 14 de abril se proclama en Éibar la Segunda República, dando así fin a la restauración borbónica en España.
Este descontento llegó a sectores del ejército, motivándose pronunciamientos republicanos como la sublevación de Jaca o intentonas fallidas como la Sanjuanada de 1926. Entre tanto, diversas fuerzas de izquierdas, que agrupaban a un PSOE que había renegado del régimen, a los republicanos y al catalanismo de izquierdas, firmaron en 1930 el Pacto de San Sebastián, por una unión de acción entre las izquierdas para proclamar la República. La economía, muy afectada desde 1927 por un sistema impositivo absolutamente deficitario, se mostró incapaz de asumir la crisis mundial de 1929 al no ser competitiva, no haber seguido el camino de la expansión real y no ficticia y sufrir una importante fuga de capitales. En enero de 1930, Primo de Rivera es obligado por Alfonso XIII a dimitir, por el temor del rey a que el desprestigio de la dictadura afectara a la monarquía.
Los gobiernos de Dámaso Berenguer, denominado la "dictablanda", y de Juan Bautista Aznar-Cabañas no harán otra cosa que alargar la decadencia. Tras las elecciones municipales de 1931, donde los partidos republicanos triunfan en las zonas urbanas, el 14 de abril se proclama en Éibar la Segunda República, dando así fin a la restauración borbónica en España.
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